Entre viñedo y viñedo, Elciego esconde un tesoro que no es vino: es una lista de 200 topónimos del siglo XVIII que acaban de rescatarse de los papeles polvorientos de los archivos. Cada nombre es un mini-relato: “Los Sequeros” era el solar de las alubias al sol, “La Nevera” guardaba nieve del Monasterio de la Rosa y “El Putañero”… bueno, ese ya no figura en los mapas, pero en su día debió de animar más de una velada.
La investigación, hecha con lupa y paciencia por el vecino de esta villa Jesús Fernández Ibáñez docente en tierras vizcainas y que se dedica a investigar y divulgar la historia, cultura y etnografía de su pueblo, publicando artículos y libros se puede leer al completo en su blog de Elciego histórico sobre inventarios, testamentos y contratos de alquiler, descubriendonque más de la mitad de esos nombres han desaparecido. El 56 % se los tragó la parcelación, el olvido o la modernidad; el 44 % sigue ahí, agarrado a las laderas como la vid a la que da sombra. Así, “Valduengo” y “La Rad” aguantan como robles, mientras “Cagalobos” o “Matacabras” solo viven en la memoria de los abuelos.
La tierra habla microtopónimos
El paisaje entero es un meme rural: “Cerro de la Horca” fue el escenario de justicias exprés, “El Rollo” albergó la picota y “El Pleito”… sigue plantado de uva, pero con sabor a juicio milenario. Hasta las variedades dejaron huella: hay una “Graciano” y una “Jaén” que no son esas amigas del pueblo, sino parches de viña que aún producen la uva que da nombre a la copa.
Y lo mejor: muchos de esos nombres viajan. “Verdecillo” está en Laguardia, pero lo trabajaban los elcieganos; los caminos a Logroño, al Barco o a San Vicente eran autovías de mulas y cotilleos. Porque Elciego no es solo Marqués de Riscal y arquitectura futurista; también es un WhatsApp de piedra que aún dice: “Aquí estuve, esto fui, esto soy”.
Devolverle los nombres a la tierra es devolverle la voz a quienes la pisaron antes que nosotros, unos microtopónimos que aún no encontraron— por no dejar que el olvido se beba la historia. La próxima vez que paseemos entre viñas, convendría recordar : cada cepa es un micrófono que sigue transmitiendo el podcast de quienes la plantaron.
Txomin Ruiz.

