
Realizando una campaña informativa previa el pasado domingo coincidiendo con la celebración de la Fiesta de la Vendimia de Rioja Alavesa en la localidad de Leza la ONG vasca Zaporeak montó una mesa informativa en donde voluntarios como Marisa y José Ángel repartieron folletos detallados y merchandising con el logo de la organización, anunciando una campaña de recogida de arroz. Del 23 al 27 de septiembre, en todos los pueblos de la comarca se habilitarán puntos de donación exclusiva de arroz largo, con el ambicioso objetivo de superar los 2.500 kilos recolectados en 2023. Aquel año, las aportaciones iniciales de 1.700 kilos se sumaron a donativos económicos que equivalieron a 700 kilos a añadir, un gesto que contribuye a seguir alimentando a cientos de refugiados.

Fundada en 2016 en el barrio donostiarra de El Antiguo por un grupo de amigos que cruzó el Egeo para cocinar en los campamentos de Grecia, Zaporeak ha crecido como una red de empatía incansable. Esta asociación sin ánimo de lucro se centra en proporcionar comidas nutritivas y dignas a personas refugiadas en Europa, con énfasis en Lesbos, donde la desnutrición azota a los más vulnerables: mujeres embarazadas, enfermos crónicos y víctimas de violencia sexual. Su labor, apoyada por el Gobierno Vasco y otras ONGs, transforma raciones básicas en un bálsamo contra el hambre y el trauma.
Desde la isla griega, Txato –uno de los pilares de Zaporeak, actualmente inmerso en el terreno– nos comparte en una charla telefónica un testimonio crudo que entreteje la logística alavesa con la urgencia humanitaria. «Hay 2.000 personas en los campamentos ahora mismo», relata, describiendo espacios que, concebidos como refugios temporales, se han mutado en laberintos de espera indefinida. La «riada» de llegadas ha remitido este septiembre, gracias a permisos que derivan a muchos hacia Atenas y el continente europeo. Sin embargo, el alivio es efímero: «Alemania está reteniendo y devolviendo al 90% de quienes llegan», explica Txato, lo que genera un ciclo vicioso de rechazos y deriva sin destino. «¿Dónde va esa gente que no tiene sitio adónde ir?», se pregunta, evocando el limbo de familias y solteros varados.

Para los «singles» –viajeros solitarios de Siria o Afganistán–, la existencia es un calvario de aislamiento: «Los dejan esperando años en barracones expuestos a vientos feroces y lluvias torrenciales, sin privacidad, agua potable ni atención médica adecuada». Familias, que suponen el 99% de los casos sin documentación –»salen huyendo de la muerte, sin tiempo para papeles»–, enfrentan entrevistas exhaustivas de Frontex para verificar lazos parentales. «Si te buscan para matarte en Afganistán, ¿vas al juzgado o a la policía?», ironiza Txato. El proceso, que puede durar meses, deja a niños sin escolarizar y padres sin empleo legal en un hacinamiento donde enfermedades infecciosas y racionamientos erosionan la salud. Y el invierno acecha: «Baja en verano, pero desde octubre y noviembre volverá a subir».
Pero esta campaña no se limita a Rioja Alavesa; Zaporeak aspira a recorrer todo Álava, extendiéndose a la Llanada, Llodio, Amurrio, Valdegovía y la Montaña, sensibilizando y recolectando donde la burocracia europea falla. Cada grano de arroz es un hilo que une Rioja Alavesa con Lesbos, recordándonos que la solidaridad local puede humanizar un mundo de fronteras.
Txomin Ruiz.