El impacto del cambio climático, las sequías y los climas extremos están convirtiendo al agua en un bien tan vital como escaso en nuestro planeta. El acceso al agua ha sido clave para favorecer el asentamiento de las diferentes civilizaciones a lo largo de la historia. Si echamos la vista atrás y analizamos cómo surgieron y se desarrollaron todas ellas, vemos que tuvieron un elemento en común: la disponibilidad de los recursos hídricos.
La civilización egipcia fundó en las orillas del río Nilo sus grandes ciudades; el Imperio Romano fue el imperio del agua. Desarrollaron una tecnología sobre captación, distribución y consumo de este bien que no ha tenido parangón hasta nuestros días. Uno de los aspectos determinantes en el urbanismo islámico y la organización de la ciudad fue, sin duda, el agua. Incluyeron fuentes en el interior de los palacios, jardines, patios y mezquitas. Se convirtieron en los maestros de la técnica hidráulica agrícola aprovechando y perfeccionando los sistemas romanos.
El agua y, por tanto, las fuentes han sido una constante en la vida del ser humano y, además, en los pueblos, estos espacios públicos se han convertido a lo largo de la historia en un tradicional lugar de encuentro. La mayoría de las fuentes de nuestros municipios disponen de pilón, y es allí adonde se dirigían nuestros abuelos para abrevar las caballerías, vacas, ovejas. Y qué decir de los lavaderos; uno de los elementos de la arquitectura popular más importantes de nuestros municipios.
- Antiguamente, los hombres no tenían acceso a los lavaderos debido a ordenanzas que lo prohibían bajo pena de multa y cárcel. A pesar de esto, las zonas cercanas a los lavaderos fueron puntos de encuentro para citas amorosas en Lanciego
Hay quien afirma que antiguamente “no había pueblo sin Iglesia, fuente y lavadero”. Hasta allí se acercaban nuestras abuelas con el jabón que elaboraban en casa para lavar la ropa sucia de toda la familia. Digo bien, ABUELAS, porque el hombre antiguamente no tenía acceso al lavadero. Existieron incluso en muchos pueblos ordenanzas del pasado que prohibían a los hombres detenerse en ellos a mirar a las mujeres, bajo pena de multa y tres días de cárcel.
Pese a esto, no tengo ninguna duda de que, cuando las relaciones amorosas se daban en Lanciego (aunque no de forma oficial), las zonas cercanas al lavadero se convertirían en puntos de encuentro para las citas entre enamorados. La Rioja Alavesa cuenta con un clima atlántico, seco y muy soleado. Se trata de la comarca más seca de todo el territorio alavés. En la mayoría de los pueblos existe una o varias fuentes alrededor de las cuales ha girado la vida de sus habitantes. Las más lejanas en el tiempo son la de Labraza, con su Fuente del Moro, la de Yécora, con la Fuente Vieja y la de Viñaspre, con su imponente Fuente el Lugar.
Sin duda, merece la pena darse una vuelta por cada uno de estos pueblos para visitar y conocer todas ellas. En Lanciego, en lo que fue el antiguo camino hacia Logroño, se ubica la fuente vieja del pueblo y justo en un nivel superior, la nueva, ambas muy cercanas a la iglesia. La primera de ellas forma conjunto con el lavadero.
A esta le cobija un arco de medio punto abovedado y, al igual que en la fuente de Viñaspre, observamos la existencia de la pequeña ventana tras la que se encuentra el aljibe. A finales del siglo XVIII, debido a una serie de inconvenientes que fueron surgiendo, pérdida de agua, problemas de salubridad… se valoraron dos alternativas por parte del ayuntamiento para dar solución a estos problemas. Por un lado, la rehabilitación de la fuente vieja y por el otro, la construcción de una nueva. Finalmente, se optó por la segunda opción por ser más rentable económicamente.
Nuestra monumental fuente comenzó su construcción en el año 1782 junto al abrevadero. A simple vista sorprenden las grandes dimensiones con las que cuenta el conjunto y, por ello, destaca del resto de fuentes de toda la comarca. En el primer cuerpo encontramos un arco de medio punto abovedado y remarcado por dos pilastras. El segundo cuenta con un frontón clásico. En aquel momento imperaba el estilo Neoclásico en todo el país y aquí lo vemos perfectamente reflejado.
Por último, coronando el conjunto, aparece la cruz con dos peanas a cada lado. El manantial que alimenta a la fuente discurre por debajo de lo que se conocía durante aquellos años como Calle Herrería, actualmente Calle Mayor. (A principios del siglo XX esta misma calle adoptó el nombre de Eustaquio Álvarez de Eulate, haciendo honor al benefactor que cedió de forma desinteresada parte de sus posesiones al pueblo de Lanciego).
- «Nuestros ancianos también recuerdan la existencia de otras fuentes y manantiales a los que acudían para abastecerse de agua necesaria en su vida cotidiana. Nos hablan de la fuente de la plaza, que se ubicaba muy cerca del lugar donde hoy en día se encuentra el frontón municipal.»
Gracias a los Archivos Municipales conocemos algunos datos históricos curiosos que nos relatan una serie de acontecimientos que giraron en torno a este elemento arquitectónico. Ya desde al siglo XVII se recoge una serie de contratiempos relacionados con la fuente vieja. Algunos vecinos se comenzaban a quejar de sufrir filtraciones de agua en sus viviendas. Avanzamos en el tiempo y ya hacia el año 1831 se comienza a observar que el agua de la fuente llega turbia y con poco caudal; este hecho provoca un sonado conflicto entre el Concejo y un vecino del pueblo que termina resolviéndose en la Chancillería de Valladolid (se trataba éste “del más alto tribunal de justicia del reino hasta ser suprimido en el año 1834”).
En aquel momento, el propio Concejo acusaba a este vecino de haber agujereado el arca de la fuente para desviar parte del caudal del agua para su propio consumo. Curiosamente, 30 años más tarde, volvemos a encontrarnos con un problema similar con otro vecino que residía en la misma calle. Se le demanda por parte del ayuntamiento al comprobar que, de nuevo, se había agujereado la bóveda del arca. Nuestros mayores recuerdan también la existencia de otras fuentes y manantiales a donde acudían a por la provisión de agua necesaria para el día a día. Nos hablan de la fuente de la plaza que se encontraba muy cerca de donde hoy en día se levanta el frontón.
También de la fuente Pérez o del abrevadero, conocido con el nombre de la pesebrera, a la entrada de la calle Curillos. Con toda seguridad, si continuamos investigando y preguntando, conseguiremos descubrir muchas más. Al pasar junto a nuestra fuente, con su abrevadero, su lavadero… podemos pensar en aquellas charlas, conversaciones o confidencias que se mantuvieron antaño entre los vecinos y vecinas que habitaron el pueblo de Lanciego tiempo atrás. Sus piedras son testigos de todo ello.
Rakel Zabala Compañón.