
A finales del siglo XIX, en muchas pequeñas poblaciones españolas surgieron los casinos como espacios de ocio, entretenimiento y socialización para cierta élite local. Muy distintos a los casinos modernos, con entrada libre y énfasis en el azar, estos eran clubes privados que fomentaban la convivencia culta apunta en su blog «Elciego histórico ‘ Jesús F. Ibáñez, un vecino de esta localidad y profesor en Erandio Bizkaia que con mucho cariño tiempo y dedicación rescata del olvido la historia de Elciego desde el baño 2008 publicando periódicamente sus trabajos de investigación.
Sus artículos y dos libros sobre folklore, tradiciones e historia local son testimonio de esta dedicación.
Los casinos siempre han estado vinculados al juego: unos públicos y oficiales, de entretenimiento; otros secretos, donde el azar generaba adrenalina, fortunas y ruinas. De ello nacieron realidades y leyendas transmitidas generacionalmente. El Casino de Elciego no escapó a esto señala Ibáñez en su blog.
«Esta villa, cuya afición al juego se institucionalizó en fiestas mediante el «sorteo popular», albergó un casino durante más de un siglo. Según noticias de marzo de 1872, su Junta Directiva estaba conformada por Gabriel Martín Bañares (presidente), Marcial Negueruela Arrúbal (vicepresidente), Cirino Navarro Laorden (tesorero) y Carlos Larrea Jaureguibarría (vocal).»

«En 1913, la Junta Directiva remitió un escrito al alcalde para reclamar una rebaja en el alquiler —fijado en 100 pesetas anuales— argumentando la reducción de superficie del local municipal tras unas reformas. Dicha Junta estaba presidida por Tomás Sáenz de Navarrete, con Antonio Villarreal como vicepresidente, Santiago Bengoa como tesorero, Rosendo Serra como secretario y Rodrigo Larrea como vocal.
Años más tarde, el Reglamento de 1949 definía la entidad como una «sociedad para recreo e ilustración», con sede en la Plaza, concretamente en el segundo piso del Café Vázquez. Sus normas prohibían terminantemente la política y los juegos de azar, así como sacar libros o periódicos del recinto. Se distinguía entre socios fundadores y eventuales (quienes debían abonar 450 pesetas para ascender de categoría), permitiéndose también el acceso a transeúntes por un periodo de 15 días.
La falta de decoro era causa de expulsión inmediata y los expulsados no podían ser readmitidos, mientras que quienes se daban de baja voluntaria perdían sus derechos sobre la sociedad. La Junta se renovaba por mitades cada dos años y tres ausencias injustificadas conllevaban el cese del cargo. Con un horario de 10:00 a 01:00 horas, el local permitía la celebración de fiestas familiares, siempre que se mantuvieran ajenas a la política.»
Sombras del pasado y recuperación de la memoria
«Sobre la historia del lugar pesa una leyenda negra: la del llamado «cuarto del crimen». Se trataba de un espacio de juego ilegal donde se apostaron fincas, casas y dinero, e incluso se cobró vidas, recordándose trágicos suicidios en el Puente del Ebro.
El local cerró definitivamente en la década de 1970. Posteriormente, el edificio fue privatizado, derribado y sustituido por un bloque moderno. Hoy, gracias a la labor de Jesús Fernández Ibáñez, la historia de estos casinos rurales revive, recordándonos su papel como antiguos núcleos de ocio.»
Txomin Ruiz.